Sin diálogo y una perspectiva humanista no es posible pensar un desarrollo inclusivo

Hace poco me crucé con una nota cuyo autor proponía que:

  • Si bien el crecimiento  inclusivo y federal, el aumento de productividad y el empleo de calidad bien remunerado son todas buenas consignas, aumentar la productividad implica producir más con menos recursos, incluyendo (por ejemplo) menos empleo.
  • El crecimiento no siempre implica inclusión: la Argentina es un país rico en recursos naturales donde varios de los sectores con mayor potencial de crecimiento, desde el campo a las energías renovables, generan poco empleo. Y la inclusión exige aceptar y trabajar con la fuerza laboral que tenemos.
  • Si la meta a futuro es crear empleo de calidad con salarios altos, hoy nuestros trabajadores son mayoritariamente de calificación media y baja (sólo como referencia, apenas el 16% tiene terciario completo) y la calidad educativa de los últimos años sugiere que los nuevos trabajadores no elevarán mucho el promedio actual. Es natural entonces que tengamos un déficit de ingenieros y un superávit de albañiles.
  • Si bien la demanda de trabajo calificado es crucial para agregar valor e incentivar la educación, difícilmente resuelva en lo inmediato el problema del empleo y del ingreso, porque la mayor parte del desempleo en la Argentina es trabajo no calificado.

Para quienes quieran leer la nota, incluyo el link al pie.

Lo primero que uno tiende a preguntarse al leer este tipo de análisis de situación y propuestas es dónde está el hombre.
El aumento de la productividad a costa del empleo y en base al recorte de los recursos humanos puede ser la mirada de un empresario que, en todo caso buscará maximizar las ganancias dentro del marco de la legislación vigente y de las prácticas empresarias éticas.  Las empresas tienen la prerrogativa de decidir si parte de sus ganancias las destinan a acciones de responsabilidad social y, en todo caso será una cuestión de moral. Pero, a nivel de una Nación, proponer que el crecimiento no siempre significa inclusión implica poner la productividad por encima de las personas. Parafraseando a Machado: poner el precio por delante del valor. Por ende, si las políticas de crecimiento no aportan al bien común, de eso se trata la inclusión, la riqueza o el resultado de una mayor productividad podría quedar encapsulada en aquellos sectores que ya se encuentran «incluidos» profundizando las brechas existentes. El punto más interesante, radica en el rol de la educación en este marco. En un país que tiene educación pública y gratuita y cuya inversión en educación ha sido alrededor del 6 % del PBI en los últimos años (al menos eso nos dicen), si no existe una fuerza laboral preparada para afrontar los desafíos del desarrollo, no podemos responsabilizar y, encima castigar con una perspectiva de no inclusión, a quienes no han tenido injerencia alguna en las decisiones de políticas educativas.
Por ejemplo, cuando la Ley Federal de Educación separó la educación técnica en un modelo que llevaba a elegir entre la formación tecnológica y la poli-modal, prácticamente eliminó las Escuelas Técnicas creando un enorme déficit de personas calificadas para insertarse en la industria (afectando en particular a las PyMES) pero también disminuyeron los egresados con la formación de fundamento adecuada y alentados a continuar carreras universitarias técnicas. Recordemos que los egresados de las escuelas técnicas ingresaban normalmente a carreras de ingeniería. Nos quedamos sin técnicos, sin egresados motivados para estudiar carreras técnicas, con carreras terciarias cuyos planes de estudio tienen la exigencia de tener una duración de tres años en relación a carreras de grado de cuatro años, con un sistema en el que la formación  y el desarrollo profesional no acreditan para una carrera terciaria o de grado y en el que los egresados de la escuela media egresan con titulaciones que pocas herramientas brindan para la inserción laboral. En todo caso, ni Mark Zuckerberg ni Steve Jobs ni Bill Gates se graduaron de sus respectivas carreras pero nadie se atrevería a decir que por eso constituyen mano de obra no calificada. Ellos provienen sin embargo, de un sistema simplemente distinto.
Resulta necesario repensar todo el sistema educativo y sus interrelaciones pero, sobre todo, poner a la persona en el centro del análisis. Las políticas deben estar orientadas al bien de las personas,  al bien común y considerar su protección,  orientarse al desarrollo conjunto de la nación promoviendo el diálogo, tener una mirada humanista y propiciar la real igualdad de oportunidades que es responsabilidad del Estado.

Después de todo, ¿no deberían las políticas de generación de riqueza o de aumento de la productividad redundar en calidad de vida e inclusión para todos?

Aquí va el link a la nota de generó mi reflexión: http://www.lanacion.com.ar/1938673-la-trampa-del-desarrollo-argentino

77 comentarios en “Sin diálogo y una perspectiva humanista no es posible pensar un desarrollo inclusivo

  1. The article effectively highlights the disconnect between economic growth and inclusivity, emphasizing the need for education reform. The authors critical perspective on productivity versus people is insightful and thought-provoking.

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